Artículo publicado en El Mercurio de Valparaíso 2011

Los misterios de las terapias complementarias

Cada vez más las personas que ponen su salud, o algunos aspectos de ella, en manos de métodos alternativos a la medicina occidental o alopática. Un médico que además practica estas terapias nos entrega su visión del puente que se puede tender entre ambos sistemas.

En 1993, el gobierno de EEUU destinó menos de dos millones de dólares al estudio de la medicina complementaria. El año pasado ese presupuesto se había elevado hasta los 129 millones de dólares.

En su página web, el Centro Nacional de Medicina Complementaria y Alternativa (NCCAM), entidad dependiente del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, define la medicina complementaria y alternativa como “un conjunto de sistemas, prácticas y productos que, en general, no se consideran parte de la medicina convencional (también denominada medicina occidental o alopática), que es la medicina según la practican quienes poseen títulos en medicina u osteopatía y los profesionales sanitarios asociados, como fisioterapeutas, psicólogos y enfermeras tituladas”. A renglón seguido, sin embargo, admite también que “resulta difícil definir la medicina complementaria y alternativa, porque se trata de un campo muy amplio y en constante evolución (…). Los límites que separan la medicina complementaria y alternativa de la medicina convencional no son absolutos y, con el tiempo, ciertas prácticas de medicina complementaria y alternativa pueden pasar a ser de aceptación general”.

Lo cierto es que cada vez son más las personas que recurren a métodos no convencionales para dar respuesta a sus problemas de salud (según el mismo NCCAM, en 2007 el 38% de los estadounidenses admitía usarlas), aunque el nombre, usado como genérico, puede resultar engañoso: hay terapias reconocidas y de amplia utilización en todo el planeta (reiki, acupuntura, medicina china o flores de Bach, por ejemplo), pero bajo el mismo rótulo coexisten también prácticas extravagantes, más cercanas al chamanismo y la charlatanería.

El doctor Alfredo Forés es médico de la Universidad de Chile, profesor de la cátedra de Anatomía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso y, al mismo tiempo, especialista en medicina complementaria, la que practica en su consulta de Viña del Mar. En su opinión, para entender la lógica con que funcionan estos métodos es necesario, primero que todo, comprender que operan en un espectro distinto al de la medicina tradicional y que no se plantean, como aquella, desde la perspectiva de la ciencia, por lo que compararlas o ponerlas a competir resulta un ejercicio estéril. “Para la medicina occidental el objetivo es terminar con la enfermedad y con el síntoma; el paciente va donde el médico y le deja su problema sobre el escritorio para que él se lo resuelva; para las terapias complementarias, el éxito está dado porque el paciente adquiera un cierto grado de conciencia personal; la terapia es responsabilidad suya y quien la aplica actúa solo como un coadyudante; lo importante es lo que el paciente quiere, la visión que tiene y el espectro de creencias en el que se mueve, y a partir de ello inducir, nunca imponer”, señala.

Desde su perspectiva como profesor de anatomía, de todos modos, sí existe bastante coherencia entre el funcionamiento del organismo humano y algunas visiones que plantean el vínculo de éste con determinadas condiciones energéticas, como sugieren algunas de las prácticas alternativas más desarrolladas. Hay un vínculo –documentado científicamente– entre la condición psicológica con el sistema nervioso y, a través de éste, con el sistema endocrino e inmunológico,  y allí se encuentra un espacio donde las terapias complementarias sí pueden resultar efectivas en la prevención o incluso en el tratamiento de ciertas dolencias. “Yo no puedo intentar imponer mi visión a nadie, ni negar tampoco que existen fenómenos de remisión espontánea de algunas enfermedades o, como se les conoce en forma popular, milagros. Pero sí es claro que un paciente enfermo, por lo general, suele tener también muchos nudos emocionales [ya sea como detonante de su enfermedad o a raíz de ella, y por eso un abordaje desde el punto de vista energético, de recuperar su energía vital, puede ser importante. Cuando el nivel de energía vital es muy bajo, por ejemplo, eso puede alterar la respuesta del paciente a la medicina tradicional, a los efectos de los medicamentos o a las dosis”, explica.

En pocas palabras

  • Medicina sintergética. Es una combinación muy inclusiva de varias terapias (reiki, medicina china, magnetoterapia, cromoterapia, flores de Bach, Ayurveda o medicina hindú) que busca trabajar con los niveles de energía vital del paciente.
  • Camino de crecimiento espiritual que permite conectarse con una fuente de energía (supuestamente energía “bondadosa e inteligente”) para entregarla, a sí mismo o a otra persona, con un objetivo de armonización.
  • Flores de Bach. Terapia con esencias florales que permite trabajar los aspectos emocionales y espirituales del ser humano, para influir sobre su psiquis y, a partir de ello, sobre su ámbito endocrinológico e inmunológico.
  • Homotoxicología o medicina biológica. Desarrollada por el médico alemán Hans-Heinrich Reckeweg, busca establecer un puente entre la homeopatía y la medicina alopática.
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